martes, 20 de octubre de 2009

HUANTA : Cultura (Personajes Trascendentales)

José Urbina
Mediante dos bien coordinadas "actas", los montoneros de Uchuraccay, de un lado, y las autoridades civiles y vecinos "notables" de la villa de Huanta, de otro lado, acordaron nombrar al hacendado José Urbina como comandante supremo de sus ejércitos. El nombramiento de Urbina se hizo primero por los montoneros "General Don José Antonio Navala Huachaca, Coronel Don Tadeo Choque, y Teniente Coronel Don Mariano Mendes" mediante acta firmada en "el cuartel de Uchuraccay" el 8 de marzo de 1834. Argumentando que los servicios del "ciudadano Urbina en la defensa de ley Vengadora" eran "públicos y notorios", Huachaca y sus asociados en Uchuraccay lo proclamaron "Comandante General del Ejército". Dos días después, el gobernador, un grupo de autoridades municipales y otros "vecinos notables" de la villa de Huanta se reunieron en el pueblo aledaño de Luricocha para ratificar el nombramiento de Urbina como "Comandante y Jefe", efectuado por los "los señores Generales, comandantes y demás individuos de la punas de Yquicha y Luricocha". Además de reconocer la autoridad militar de Urbina, las autoridades y vecinos de Huanta lo nombraron "Comandante y Jefe de la Provincia" y proclamando su confianza ciega en él, lo autorizaron a hacer "todas las invasiones que crea convenientes, oportunas y necesarias para destruir y hostilizar a los enemigos (los ejércitos de Gamarra que estaban, ya en ese momento, ocupando las ciudades de Huanta y Ayacucho]". Igualmente, daban su "apoyo voluntario… á sostener á toda costa las leyes, y á la autoridad competente elegida por la Convención Nacional [Orbegoso]… en caso sea necesario esponiendo sus vidas e intereses, á fin de salvar la nación del peligro que la amenaza". El documento estaba firmado por doce individuos, incluyendo el secretario, Rafael de Castro.
A diferencia de los individuos que firmaron el acta de Uchuraccay, la mayor parte de aquellos que suscribieron el pronunciamiento de Luricocha no habían estado involucrados (al menos no abiertamente) en la sublevación monarquista de 1826. Don José Urbina era un hacendado de 28 años y Capitán de las Milicias Cívicas de Huanta. En tiempos de la rebelión era regidor de la municipalidad de esta ciudad, manteniéndose fiel al gobierno. No obstante, como los testimonios dejan en claro, este personaje gozaba, al parecer, de la confianza de los ex defensores del Rey, sin distinción de clase: montoneros de la punas y "notables" de villa de Huanta. Pese a que las actas que nombraban a Urbina comandante supremo de las guerrillas enfatizan su autoridad militar, en la práctica éste desempeñó una importante función financiera. Urbina se convirtió, en efecto, en el principal proveedor y coordinador de abastecimientos para las guerrillas orbegosistas en Huanta. Por un lado, canalizaba sus propios recursos en pro de la adquisición de armas, municiones, comida y ropa para la guerrilla, así como los honorarios a los soldados, oficiales, mensajeros y espías, en el entendimiento de que todo ello le sería luego reembolsado por el Estado. Por otro lado, facilitaba los recursos de otros proveedores para la guerrilla, incluyendo ganado, caballos, coca, comida y dinero, con el entendimiento de que todo ello habría de ser igualmente reembolsado por el Estado (siempre y cuando, claro está, triunfara su causa), excepto en el caso de los deudores al Estado. El ejército formado por los huantinos para apoyar a Orbegoso superó los 4.000 individuos y tuvo un costo de 3.262 pesos, 519 de los cuales fueron proporcionados en efectivo por Urbina y el resto por otros proveedores, en moneda y especies. Este ejército fue más grande que aquel de la rebelión monarquista y operó más allá de los límites de la provincia de Huanta, aventurándose en la de Huamanga y varios pueblos del vecino departamento de Huancavelica.
Y cumplió su cometido. A mediados de marzo, aprovechando la ausencia del general José María Frías, prefecto gamarrista de Ayacucho, los "iquichanos", como el ejército de montoneros era constantemente referido, tomó la ciudad de Huamanga y luego consiguió una serie de triunfos militares que resultaron en la total derrota de las fuerzas de Gamarra en Ayacucho. Estos triunfos coadyuvaron a fortalecer la posición de Orbegoso en el nivel nacional. La guerra civil culminó --aunque temporalmente-- a comienzos de mayo con éxito para Orbegoso. Una vez más, el presidente provisional hizo una entrada triunfal a la capital de la república, entre entusiastas muestras de apoyo.
Los montoneros de Huanta y la población huantina, en general, cumplieron de esta manera un importante papel en restaurar a Orbegoso en la presidencia tras el golpe de estado de Gamarra, lo que en una terminología más próxima al siglo XX equivaldría a decir: restaurar el "estado de derecho" en el Perú. Naturalmente, su actuación les granjeó las simpatías y gratitud del gobierno. El 30 de mayo de 1834, Domingo Tristán, convertido nuevamente en prefecto de Ayacucho (probablemente en compensación por su exitosa campaña militar junto a Orbegoso) cursó un oficio al Ministro de Guerra, "aplaudiendo la loable conducta y servicios que han prestado a la justa causa los ciudadanos Huachaca, Mendes y Choque" y expresando su disposición a que la prefectura les "preste los auxilios que fueran necesarios a estos individuos para que pasen a la capital a presentarse. Los jefes montoneros, ahora sugerentemente llamados "ciudadanos", muy probablemente fueron a reportarse al Consejo de Gobierno en Lima, tal como lo sugería Tristán, . Pero lo que sabemos con certeza es que Orbegoso expresó públicamente su reconocimiento personal a los montoneros. En un viaje a Ayacucho, realizado a fines de 1834, Orbegoso visitó la villa de Huanta, donde fue recibido con suntuosas celebraciones. En un banquete ofrecido en su honor, el presidente se encontró con las autoridades y otros "notables" del lugar, y también con los "jefes de los iquichanos, a quienes agasajó, y prometió encargarse de la educación del hijo de Huachaca". El día siguiente, al rayar el día, mientras se preparaba para enrumbar a Huamanga, el presidente, en palabras de su capellán, José María Blanco, echó "de menos al indio iquichano Huachaca, que desapareció, creyendo sin duda que en Ayacucho se le podía hacer algún servicio".
Más allá de su valor anecdótico, este encuentro entre el jefe montonero y el presidente de la república es significativo. El presidente deseaba recompensar al montonero, y luego "lo echó de menos". Pero el montonero había "desaparecido." Aparentemente, Huachaca no deseaba establecer una relación clientelística "clásica" con Orbegoso. Probablemente Orbegoso le ofreció a Huachaca encargarse de la educación de su hijo porque no se hubiera atrevido a ofrecerle --a él, un arriero semi-iletrado y quechuahablante de las punas-- un alto puesto en la administración pública o en el ejército (prebendas no poco comunes en aquellos días). No cabe duda que Huachaca sabía sacar provecho de los gestos de aprecio que le prodigaban las más altas autoridades; prueba de ello es el título de "General" del cual se vanagloriaba y que --dícese-- le había sido conferido por la Serna, último virrey del Perú. Pero ser obsecuente no formaba parte de su personalidad, y aún si simpatizaba con el presidente, la experiencia le había enseñado a desconfiar del elogio fácil. Quizá más importante, es probable que la benevolente oferta de Orbegoso de educar a su hijo no le hubiera parecido especialmente halagadora a Huachaca pues llevaba implícita la idea que éste no estaba a la altura del reto dada su propia condición de hombre iletrado. Resulta significativo, a este respecto, que el capellán de Orbegoso, José María Blanco, se refiriera a Huachaca en términos muy derogatorios, como un "ladrón" y un "borracho". La oferta del presidente a Huachaca de educar a su hijo, en otras palabras, llevaba implícito un sentido de jerarquías --económicas, intelectuales, "culturales" y éticas-- que podrían haber resultado poco halagadoras para el montonero. Pese a que no hay manera de saber lo que realidad sentía Huachaca por el presidente, imaginemos la siguiente situación con el fin de reforzar nuestra interpretación. ¿Le habría ofrecido Orbegoso la misma recompensa a don José Urbina? Muy probablemente no, porque en su caso se asumía que la educación de su hijo estaría garantizada por el estatus social, cultural y económico de Urbina: un hacendado, un "vecino notable" y una persona económicamente más solvente. En efecto, pese a que Urbina no parece haber sido recompensado simbólicamente por haber jugado un papel tan prominente en la formación y financiamiento de la guerrilla orbegosista en Huanta, llegaría, en cambio, a asumir el puesto de "apoderado fiscal" de la provincia, por expresa recomendación del prefecto Domingo Tristán.
Pero al margen de lo mucho que Huachaca y sus seguidores hubieran apreciado a Orbegoso, lo cierto es que el apoyo que le brindaron no surgía únicamente de la expectativa de una recompensa paternalista. Todo hace suponer que este apoyo respondía a experiencias y entendimientos políticos más complejos. En efecto, los huantinos estaban muy al tanto de que Orbegoso --no obstante su extracción social criolla y aristocrática-- se identificaba con los liberales. Y los liberales eran en aquel tiempo objeto de burla y escarnio por parte de los conservadores, debido a su mayor disposición y habilidad para establecer alianzas políticas efectivas con los sectores marginales de la sociedad, entre ellos bandidos y montoneros. En segundo lugar, y relacionado con esto, el nuevo gobierno de Orbegoso representaba para los huantinos una esperanzadora alternativa al "despotismo feudal" que el ex presidente Gamarra había instaurado o condonado en Ayacucho. En efecto, durante la mayor parte de la presidencia de Gamarra, las autoridades civiles de Huanta, entre ellos gobernadores y funcionarios municipales, eran constantemente acosados, burlada su autoridad, o simplemente ignorados por las autoridades políticas nombradas por el gobierno central, cabe decir, el prefecto o jefe político de un departamento y el subprefecto o jefe político de una provincia, que en aquellos tiempos eran casi invariablemente oficiales del ejército. Precisamente en respuesta al acoso militar, y con cierta anterioridad a la guerra civil de 1834, las autoridades del concejo municipal de Huanta no vacilaron en expresar su repudio a Gamarra a través de actos de "desobediencia civil". En 1831, cuando Gamarra viajó a Huanta, las autoridades municipales se rehusaron a darle la bienvenida, como consecuencia de lo cual se les abrió proceso criminal, por el "desacato con que trataron al primer Gefe de la Republica sin haber salido á recibirle en su ingreso á aquel pueblo ni aun presentándosele siquiera en la puerta de su alojamiento." Hacia el fin de la administración de Gamarra, hasta los militares se sentían descontentos, y su respuesta fue mucho más radical que la de los civiles. En julio de 1833, un grupo de soldados y oficiales del Batallón Callao, acantonado en el cuartel de Ayacucho, se amotinó, dando muerte al prefecto bajo la acusación de que estaba intentando manipular una inminente elección presidencial a favor de Gamarra.
La administración de Orbegoso no duró lo suficiente como para permitirnos determinar si su "luna de miel" con los montoneros de Huanta hubiera perdurado. En junio de 1835 Orbegoso cedió sus "poderes presidenciales" al Mariscal Andrés de Santa Cruz, en medio de una nueva crisis política. Mas en el "mundo real" de la política, es decir, más allá del ritual y el homenaje, las cosas se veían menos auspiciosas para los campesinos gravados con la "contribución de indígenas", que muchos llamaban aún "tributo". En los altos mandos de la administración de Orbegoso, un "doble estándar" era el orden del día. Escasamente dos meses tras haber Tristán escrito la carta arriba citada a Huachaca, en la que lo llamaba "amigo", y a sus seguidores "ciudadanos tan amantes de la felicidad de su Patria", y poco después de haber aplaudido "la loable conducta y servicios que han prestado a la justa causa los ciudadanos Huachaca, Mendes y Choque", el mismo Tristán informaba al presidente de su frustración al no poder hacer frente a la "situación lastimosa del departamento debido a la desmoralización de los Yquichanos, y la imposibilidad en que yo me hallo por la falta de fuerza armada para reprimir los excesos que diariamente están cometiendo estos bárbaros, y cortar en su origen el germen corruptor de escándalos que después pudiera producir funestos frutos a la patria".49. En un tono similar, el subprefecto de Huanta, Manuel Segundo Cabrera, presentó poco después un informe al gobierno sugiriendo medidas "para reducir al orden de los pueblos de Iquicha" e, impotente, lamentaba: "hoy más soberbios por los servicios que acaban de prestar a la nación, se creen absolutos e intentan pedir entre otras gracias (...) que se les exima de la contribución por cinco o seis años". Más tarde, Tristán informaba una vez más a sus superiores sobre "la nulidad á la que ha quedado reducida la provincia de Huanta por la obstinada resistencia de los Yquichanos al pago de sus contribuciones y el mal ejemplo que ha cundido en los pueblos circunvecinos".
La exoneración de la contribución de indígenas fue ofrecida comúnmente a las poblaciones campesinas por los jefes militares en campaña durante las guerras de la independencia, como una manera de atraerlas a la lucha, y continuó siendo empleada durante las guerras civiles en la post-independencia. Esta exoneración se otorgaba en el entendimiento de que la acción militar era una manera alternativa de prestar servicios al Estado, o sea, de cumplir con un deber ciudadano; al menos, esto es lo que los jefes militares daban a entender a los campesinos. Los jefes militares hacían a veces ofertas verbales a los campesinos en el campo de batalla, lo cual dificultaba su cumplimiento. Al no estar respaldadas por documentos, las autoridades fiscales se abstenían de aprobar dichas exoneraciones, pese a contar los campesinos con testimonios verbales favorables de parte de los propios oficiales que les ofrecieron exceptuarlos del tributo.53 Es muy probable que este tipo de exoneraciones se hubiera ofrecido durante la guerra civil de 1834. Con seguridad, esta política fue adoptada por Santa Cruz, aliado de Orbegoso, cuando pugnaba por consolidar su control del Perú en el fragor las guerras de la Confederación Perú-boliviana. Una resolución suprema de noviembre de 1835 exoneraba a las comunidades de Huanta del pago de sus contribuciones. El nuevo prefecto de Ayacucho, el santacrucista Francisco Méndez, instruía así al subprefecto de Huanta: "Haga saber a esos balientes que quedan exonerados de la contribución personal, mientras observen igual conducta á la que acaban de manifestar, escarmentando a los sediciosos [probablemente, Gamarristas] que intentaron invadirles".
Desde esta perspectiva, la solicitud de los campesinos de Huanta de ser exonerados de sus contribuciones y su resistencia a pagarlas, no eran los actos unilaterales de "obstinación" y "soberbia" que las fuentes oficiales describen. Los campesinos no habían inventado la política de exoneraciones tributarias; simplemente estaban demandando que el Estado cumpliera sus promesas. Dicho de otra manera, los campesinos habían asimilado la lógica de lo que habría sido una política estatal "de facto" para con las masas rurales en los años fundacionales de la república, y demandaban consistencia política del Estado.
En síntesis, el breve gobierno provisional de Orbegoso fue consciente de la necesidad de recompensar a los jefes montoneros de Huanta por los servicios prestados al Estado. Pero en relación a los campesinos que formaban la masa de guerrilleros, la premisa parece haber sido que se limitaron a cumplir su "deber" y, por lo tanto, no necesitaban ser recompensados. De este modo, mientras por un lado el gobierno llamaba a los campesinos a blandir sus armas contra los "enemigos de la nación", por otro les exigía sometimiento y obediencia. En la realidad, ambas cosas difícilmente ve
Gervacio Santillana
Nació el 6 de febrero de 1853. Su padre fue don Manuel Santillana, huantino neto y nato y su madre, doña, María Asunción Álvarez, de ascendencia huamanguilla. La familia era propietaria de la casona ubicada en los portales de la plaza de Armas de la “Esmeralda”,.Sus primeros estudios los realizó en nuestra ciudad y continuó en la capital. En 1863, con escasos 10 años ingresó a la escuela Naval, donde se ganó la admiración de sus profesores y el aprecio de sus compañeros. Cinco años más tarde, optó el despacho de Guardia-Marina. Su destino era viajar por todos los mares del mundo. En 1868, se embarcó fragata "Apurímac". Posteriormente, fue enviado a Norteamérica para conducir los en la monitores "Atahualpa" y "Manco Cápac", con rumbo al Callao, bajo el mando del capitán Benjamín Mariátegui. Tenía quedar un rodeo por el Atlántico, pues, en esa época no existía aún el Canal de Panamá. Desde Río de Janeiro dirigió con mucha eficiencia los monitores, por lo que mereció el grado de Alférez de Fragata, otorgado por el Presidente Balta en 1870. Viajó repetidas veces a Europa ganando mucha experiencia. Hacia 1874, Chile inició un plan de ar-amentismo espectacular, mientras que el Perú ¡no tenía dinero para comprar arn1as!, a pesar de las millonarias ventas del guano y del salitre. El 5 de mayo de 1877, Santillana pasó a formar parte de la dotación del "Huáscar" con el grado de Teniente Segundo, durante el gobierno de Mariano Ignacio Prado. Meses después, fue transferido a la fragata "Independencia" como ayudante del ayacuchano Juan Guillermo Moore. El 28 de marzo de 1879, Miguel Grau asumió el mando del "Huáscar". Entonces, Chile nos declaró la guerra sorprendiéndonos desarmados y pobres. Los gobernantes no se preocuparon por prevenir ese acontecimiento, a pesar de que los chilenos compraban armamento moderno a vista y paciencia de todo el mundo. Cuando estalló el conflicto, Santillana se encontraba de vacaciones, pero de inmediato se puso a órdenes de Grau integrando su Plana Mayor de Oficiales. Grau conocía de la experiencia del joven huantino en el manejo de los cañones. Al iniciarse la campaña marítima, nuestra pequeña flota partió al sur. El primer combate se produjo en Iquique (21-5-1879). Grau capitaneaba el "Huáscar", mientras que la "Independencia" estaba al mando de Moore. En el combate, el barco chíleno "Esmeralda" fue hundido por un espolonazo del "Huáscar". Grau ordenó salvar a los náufragos, que agradecidos gritaban "¡Viva el Perú generoso!" Mientras tanto, la "Independencia" perseguía a la "Covadonga", pero se hundió y sus tripulantes fueron ametrallados sin misericordia. Después del triunfo de Iquique, el "Huáscar" comenzó sus famosas correrías, atacó varios puertos, cañoneó y capturó barcos mercantes, ocasionando el pánico entre los chilenos y la admiración en el mundo entero. Nuestro monitor era un barco anticuado frente a la moderna flota chilena, sin embargo, la sagacidad de Grau y la destreza de sus hombres le permitió dominar el mar por buen tiempo. Las proezas del "Huáscar" tenían que llegar a su final. El 8 de octubre de 1879, en Punta Angamos, el barco legendario fue rodeado por los blindados chilenos "Blanco Encalada", "Covadonga", "Matías Cousiño", "Cochrane", "O'Higgins" y "Loa". ¡Seis contra uno! Nuestra pequeña corbeta "Unión" huyó por orden de Grau. Eran las 7:15 de la mañana. Una granada estalló en la torre de mando y Grau voló a la inmortalidad. Lo reemplazaron sucesivamente Elías Aguirre, José Melitón Rodríguez y Pedro Gárezon, que ordenó hundir el barco, pero los chilenos lo abordaron y se lo llevaron como trofeo de guerra hasta hoy. Gervasio Santillana, con tres heridas che granada, fue conducido prisionero a Chile junto con los demás sobrevivientes. El héroe huantino estuvo encerrado en el pequeño pueblo de Sa` Bernardo, a 15 km. de Santiago. Por otro lado, los restos del Almirante Grau fueron sepultados en la capital chilena. Gervasio conoció en ese pueblo a quien después sería su suegro, Capitán de Navío Eduardo Raigada.
A fines de 1879, Santillana pudo regresar al Perú con la aureola del heroísmo. TiemPe después, en 1894, fue ascendido al grado de Capitán de Navío por el Congreso Nacional, duran n el gobierno de Justiniano Borgoño. Ese año contrajo matrimonio en Mollendo con la joven Elvira Raigada, con quien tuvo 8 hijos. Fin-nada la paz con Chile, cumplió varios encara a nuestro gobierno. En 1895, fue nombrado Cónsul del Perú en Francia. En 1906, fue envía o Londres para traer el famoso crucero "Grau", pero una neumonía truncó su vida el 1 de febrero
1907, en Barrow Furnes (Londres). Sus restos fueron repatriados en 1913, por gestiones de de paisano, Dr. José Salvador Cavero, Presidente del Consejo de Ministros en el régimen de Billinghurst.
Recaredo Perez Palma Valdivia
Fue una de las mentes más brillantes de Huanta, gran investigador de nuestra historia nacional y de la cultura andina. Con el lenguaje de nuestro tiempo, diríamos que fue un excelente antropólogo que estudió profundamente las creencias religiosas, la organización del ayllu, el matrimonio, los mitos, el totemismo y otros aspectos de la vida cotidiana de los pueblos andinos, todo lo cual constituye la esencia de nuestra nacionalidad. Nació en la "Esmeralda" el 22 de enero de 1893 y falleció muy joven, a los 31 años, en Lima, en 1924. Sus padres fueron don Máximo Pérez Palma y doña Virginia Valdivia. Sus hermanos fueron Máximo, Teodosio y Juan Gualberto (el recordado Regente del Colegio "Vigil"). El doctor Recaredo estudió la Primaria en la Escuela Parroquial. La Secundaria la hizo en el Colegio "San Ramón" de Huamanga, donde obtuvo el Premio de Excelencia. Posteriormente, ingresó en la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Políticas de la Universidad de "San Marcos". En 1918 optó el grado de Bachiller en Letras con el trabajo titulado "Evolución mítica en el Imperio del Tahuantinsityo". Dos años después, se graduó como Bachiller en Jurisprudencia con la tesis "Matrimonio Incaico". Ambos trabajos causaron admiración en el ambiente académico. El historiador Jorge Guillermo Leguía lo comparó con grandes peruanos como José Antonio Encinas. En 1922 se recibió como Abogado. Ejerció su profesión con mucho acierto y con respeto profundo de la justicia, tanto en Huanta como en Ayacucho. Dirigió varias instituciones, como la Beneficencia Pública y el "Club Nueve de diciembre". Siempre al lado de las causas justas, escribió en revistas de la capital, como "Mundial", "Variedades" y "Studium". Como hombre identificado con los problemas del pueblo humilde y explotado, escribió diversos artículos en los diarios "El Progreso", de Huanta, y "La Patria", de Huamanga, utilizando los seudónimos de "Sallcca Mayhua"y "Tucuy Ricocc ". Hoy, una avenida principal de la ciudad de Huanta y el Salón de Actos de la Municipalidad Provincial llevan su nombre para perennizar su recuerdo
José Antonio Navala Huachaca
Era un campesino natural de San José de Iquicha, agricultor analfabeto. Se inició en las armas desde la época de la emancipación combatiendo a los patriotas. Fue ascendido por el virrey La Serna de la categoría de Comandante de Guerrillas al grado de "General de Brigada de los Reales Ejércitos del Perú". Estuvo a la cabeza de más de 100 combates, dirigiendo con audacia a sus huestes iquichanos armados con palos, rejones, lazos, -warakas" (hondas) y lanzas, primero al servicio de los españoles y luego, contra los invasores chilenos. Finalmente, comandó las protestas populares de la época republicana. Nunca se rindió ante el enemigo; jamás le convencieron los sobornos o las dádivas ofrecidas por sucesivos gobiernos. Nunca hipotecó su persona a cambio de beneficios mezquinos, ni abandonó su dignidad de hombre honrado para someterse servilmente a los opresores del pueblo. Rechazó con altivez los indultos (perdones) dados por Bolívar, La Mar, Santa Cruz, Gamarra y los prefectos de Ayacucho. Se enfrentó victoriosamente a generales que lucharon en la batalla de Ayacucho y a poderosos ejércitos. Temido y admirado, jamás fue capturado. Valiente, generoso, leal, audaz y astuto; fue utilizado por los españoles contra nuestra independencia política, pero reivindicó su figura combatiendo heroicamente al lado de sus montoneros, cuando los chilenos invadieron la "Esmeralda de los Andes". Fue cruel e implacable con sus enemigos, con los traidores y cobardes.
Cuentan que, en los banquetes que las autoridades le ofrecían, Navala Huachaca acaba activamente arrojando los huesos que desechaba por sobre la cabeza de los distinguidos comensales. "¡Kumunarikuychik, mistikuna! ", sentenciaba enérgicamente (¡Bajen la cabeza blanquiñosos!). ,Después del célebre "Convenio de Yanallay" que puso fin a la rebelión iquichana, Naval huachaca dejó las armas definitivamente y volvió a su hogar para empuñar la chakitaklla,. Durante varios, fue Juez de Paz de Carhuaurán e Iquicha, muriendo tranquilamente en su natal. Sus proezas están registradas en periódicos, revistas y obras de Historia, dentro del marco legendario con que los pueblos premian a sus defensores. Ostentaba el título de "General en Jefe de la División Restauradora de la Ley de los Valientes vos Iquichanos, Defensor de la Causa Justa". Sus restos descansan en la iglesia de San José de iquicha.
José Félix Iguaín
Nacido en Huanta el 21 de noviembre de 1800, inició su actividad política promoviendo en nuestra ciudad una rebelión contra la dictadura de Bolívar, por lo mismo que fue encarcelado en Lima. Como inquieto militar, participó en los movimientos caudillistas de su época, conspirando contra Gamarra, Santa Cruz, Vivanco y Castilla. Combatió en Socabaya, Yungay y Carmen Alto. Fue diputado por Huanta en 1827 y 1832; ejerció la Prefectura de Lima, Piura, Moquegua y Tacna. Bravo defensor de la legalidad, desafió a duelo al general Rufino Echenique, poco antes de que éste fuera proclamado Presidente por el Congreso, acusándolo de tener nacionalidad venezolana. Una vez más fue encarcelado durante varios meses, pero el sufrimiento físico y moral le llevó a la tumba el 20 de setiembre de 1851. En su memoria, un distrito de Huanta lleva su nombre.
José Salvador Cavero Ovalle
Vio brillar el cielo de Huanta el 19 de febrero de 1850. Se distinguió en la lucha contra La invasión chilena, a órdenes del general Cáceres, de quien fue su ayudante. Participó en la batalla de Miraflores y en la Campaña de la Resistencia. Perdió el brazo izquierdo como consecuencia de las heridas sufridas en combate, pero este hecho no le impidió intervenir activamente en la vida pública. hábil abogado se desempeñó como Prefecto de Ayacucho y Arequipa, así corno Ministro de las carteras de Hacienda, Justicia y Gobierno, durante el gobierno de Cáceres. Fue diputado por Huanta y senador por Ayacucho en varios periodos. Desempeñó la Primera vicepresidencia de la República en la gestión de José Pardo, destacándose por promover la reforma de la instrucción pública, la que de los municipios pasó a manos del Estado. Su carrera como jurisconsulto lo llevó hasta el cargo de Fiscal de la Corte Suprema. Sus ojos se cerraron definitivamente en Lima, el 19 de febrero de 1940. El diario "El Comercio" destacó en 1950 sus dotes de gran jurista, abnegado patriota y político honesto.
Ricardo E. Urbano Boluarte
Este notable autodidacto nació el 3 de abril de 1869. Realizó una labor cultural y cívica muy amplía. Fue Alcalde Provincial en 1905, Director de la Beneficencia Pública en varias oportunidades y fundó la "Sociedad Unión y Progreso", dotándola de una imprenta con la que publicaba el mensuario titulado "El Progreso". En 1902, fundó el Museo-Biblioteca "Gonzales Piada" y lo puso al servicio del pueblo. Años después, esta biblioteca fue rebautizada con el nombre de "Ricardo E. Urbano", siendo trasladada a su actual ubicación durante el mandato del alcalde Simón Enrique Sánchez (1981). En su calidad de Diputado Suplente de nuestra Provincia, fundó en 1917 una Escuela Nocturna para obreros. En su época, se creó la Escuela Elemental de Varones N° 5914, la famosa "Motepiska", donde muchos aprendimos las primeras letras. En su primera época, esta escuela tuvo como director a don Baldomero Bendezú Valdez, maestro de grata recordación en la "Esmeralda". Como buen huantino, se interesó por conocer el pasado histórico de nuestro pueblo. Fruto de sus investigaciones son las "Notas Cronológicas de Huanta ", donde trata los hechos importantes producidos desde los primeros tiempos del incanato hasta la época moderna. Otra obra importante es el "Boceto Biográfico del General José Félix Iguaín ", a quien admiraba. A sus dotes de educador y escritor, se añade su gran habilidad para el dibujo. En 1925, se retiró a Lima, falleciendo en Barranco el 17 de agosto de 1928. El Pueblo de Huanta debe mucho a este hombre que se preocupó por nuestro desarrollo cultural.
Manuel Jesús Urbina Cárdenas
Este eficiente político y escritor nació el 29 de diciembre de 1884 (otras fuentes indican que la fecha fue 25 Diciembre de 1985). Sus padres fueron don Manuel Urbina Betalleuz y doña Bartola Cárdenas del Valle. Como casi todos los jóvenes de su tiempo, cursó la Educación Primaria en Huanta y la Secundaria en el Colegio "San Ramón" de Huamanga. Estudió -,Derecho en las universidades de "San Antonio Abad" del Cuzco y "San Agustín" de Arequipa, llegando a obtener el grado de Doctor en Jurisprudencia en 1912 [1913?] Paralelamente, incursionó con éxito en el periodismo escribiendo numerosos artículos en diarios del Cuzco, Trujillo, Arequipa y Lima. La época que le tocó vivir estuvo impregnada por la corriente liberal, Contraria a la conservadora, razón por la que su tesis para optar el título de Abogado se tituló "Influencia del clericalismo en la educación”.
Su amplia labor política comenzó en 1913, cuando fue elegido diputado por Huanta integrando la bancada de oposición al gobierno civilista de José Pardo. Lanzó célebres discursó i protagonizó polémicas candentes sobre los problemas ideológicos y políticos de su tiempo, tal como sucedió con sus intervenciones a favor de la jornada laboral de 8 horas, derecho que se estableció en 1918. Al año siguiente, fue reelegido diputado por la Provincia y le tocó desempeñar la Secretaría de la Cámara de Diputados. En 1929, fue encarcelado en Lima por la dictadura de Leguía, pero destruyó las intrigas de sus enemigos y pronto salió en libertad. Como huantino verdadero, luchó en el Congreso para que se abra un colegio secundario en 3uanta. Es así que presentó el Proyecto de Ley para crear el Colegio "González Vigil", el 26 de agosto de 1913, el mismo que fue aprobado en 1918. Sin embargo, recién en 1919 fue asignado el N° 4023 a la ley de creación del Alma Mater de la Juventud Huantina. Otras acciones del Dr. Urbana fueron la creación del Distrito de Santillana, el proyecto para a celebración del primer centenario de la Batalla de Ayacucho y su impulso para establecer el divorcio. Entre las obras escritas por su ágil pluma mencionamos "Nido de víboras", "Monografía del Distrito de Huamanguilla", "Resumen de la labor parlamentaria del Diputado por Huanta, Manuel J. Urbina" y "Tragicomedia Política en Ayacucho". Su esposa fue doña María Santos Cárdenas Urribari, célebre matrona conocida como la "Mariscala de Huanta" por su semejanza con el temple de la consorte del Mariscal Gamarra. El Dr. Urbina pasó sus últimos años en Lima, donde falleció en abril de 1964.
Simón Enrique Sánchez Torres
Simón Enrique, vigiliano de la Promoción 1959, heredó de su distinguido padre, don Enrique Sánchez Arias, una gran virtud: su amor por Huanta. Desde sus años juveniles expresó a viva voz su interés por el progreso de nuestra tierra. Por eso escogió el difícil campo de la Investigación histórica para dar a conocer al Pueblo de Huanta su glorioso pasado. Con ese objetivo, ingresó en la Universidad de "San Cristóbal" de Huamanga y estudió Antropología, lo que le valió para urgar con facilidad en los archivos antiguos que poseen la Iglesia Matriz y las notarías de Huanta. De este modo, logró reivindicar los nombres de varios héroes populares como Mariano Ruiz López, Lucas Huayllasco, Antonio y Lucía Herrando, Mariano; osa y Máximo Velando. Fervoroso defensor de la izquierda idealista de los iños '60, se identificó con el MIR y las guerrillas del ~5, dirigidas por De la Puente Uceda. Dentro de esa :oyuntura, puso especial énfasis en hacernos conocer a vida de Máximo Velando.
La rápida difusión de la Revolución Cubana, así como la inmolación del "Che " Guevara en Bolivia, convirtieron a Simón Enrique en indeclinable defensor de esos hechos, lo que le valió el apelativo de "Comandante" en el círculo de sus amigos. Si bien es cierto que esta "chapa" le, complacía, también le trajo algunos problemas. Durante una fiesta de Maynay, Simón Enrique había bebido con mucho entusiasmo un "huarapo" maduro. Pronto se vio envuelto en un incidente que lo condujo directamente al puesto policial de la "Esmeralda". Cuando esa noche se encontraba encerrado en el calabozo luciendo su infaltable sombrero de paja, cayó otro detenido. Se trataba de un licenciado del ejército, amigo suyo, que, al verlo, se cuadró militarmente y le saludó con un sonoro, ¡Buenas noches, mi Comandante! “El guardia de tumo se amoscó por el singular tratamiento y cuando 'llegó el alférez, le informó: "Mi alférez, ése de sombrero dice que es comandante ". El oficial, picano por la curiosidad, ordenó sacar a los dos detenidos. Entonces, se armó una conversación inolvidable entre los tres personajes. El licenciado, cada vez que se dirigía a Enrique, se cuadraba, llevaba la mano derecha a su sien y repetía el consabido "¡Mi comandante! ", a pesar que momentos antes, Simón le había advertido que no le trate así para evitar problemas. Pero, amigo lector, tú sabes que el "huarapo" fermentado puede convertir en locuaz al más tímido de los hombres. Como era de esperarse, el alférez se puso las manos en la cintura y agitando la cabeza exclamó: "¿Con que comandante, no? ¡Los dos se quedan hasta mañana!, Y así fue Simón Enrique y su asiduo "subalterno" tuvieron bastante tiempo para dormir la borrachera sobre el piso de cemento. La preocupación de Enrique por crear un espacio para el desarrolllo cultural de nuestro pueblo, le llevó a impulsar la revista `°Warpa" como órgano difusor del "Centro Cultural Huanta", juntamente con el Dr. Santiago Aibar, Freddy Ferrúa, José -Pepe Coronel César Toledo, Rodrigo Pantoja, Homero Trejo, Nelson Pereyra, Abilio Cárdenas, Glicerio Alfaro entre otros. Su inquietud intelectual le llevó a ejercer la docencia en el Colegio Ncl. "Antonio Raymondi de Churcampa, donde dictaba el curso de Historia, premunido de su infaltable sombrero de „chalán ". Sus investigaciones fueron plasmadas en varias obras, como las tituladas "Páginas de la Historia de Huanta" (1970), "Origen y tradiciones del Pueblo de Huanta" (1974), íHuanta, Pueblo Heroico, Testimonio de luchas sociales 1814-1969" (1975) y "Nueva visión histórica de Huanta. Antología histórica Siglo XIX (1984). En este último trabajo recoge el testimonio de don Antonio Ferrúa Lozano, testigo presencial de los trágicos sucesos de 1890. En 1981, Simón Enrique ganó las elecciones municipales, asumiendo la Alcaldía Provincial con apoyo de la juventud. Su temprana muerte, acaecida el 23 de junio de 2002, nos privó de otros trabajos que tenía proyectados.
Máximo Velando Gálvez
Máximo Velando nació en Pampachacra bajíos de Huanta, en el seno de una modesta familia. En su juventud viajó a la Argentina, graduándose como Contador en la Universidad de la Plata. Luego, pasó a Cuba, donde vivió la evolución encabezada por Fidel Castro. Devuelta al Perú, fue elegido miembro del Comité Central del VIR, en 1964. Al año siguiente, luchó en la columna guerrillera dirigida por Guillermo Lobalón. Derrotadas las guerrillas por el ejército, Máximo fue capturado en Satipo, siendo torturado y arrojado desde un helicóptero, el 8 de diciembre de 1965. Los diarios de Huancayo y Lima de ese entonces informaron sobre este suceso.
Carlos Chiyoteru Hiraoka
Todo Pueblo jamás olvida a quienes le han favorecido con sus hechos positivos Esas personas extraordinarias son dueñas de un corazón rebosante de amor hacia el prójimo necesitado, con el añadido de que todo lo hacen con humildad. Nosotros los huantinos ensalzamos al unísono la figura ejemplar de don Carlos Hiraoka, el amigo sincero, el hermano, el ciudadano correcto, el paisano solidario. Don Carlos trabajó varias décadas en Huanta, tenaz y honestamente. Como pocos lo hacen, optó el reto de invertir su esfuerzo en un pueblo olvidado de la sierra, creando riqueza con inteligencia, pero no fue cegado por la avaricia. Este hombre amable y servicial había nacido en el lejano Japón. Cuando joven, la vida le trajo a la "Esmeralda", se enamoró de Huanta "nacionalizó" HUANTINO (así, con mayúsculas). De remate, fue seducido por la hermosura de una joven huantina llamada Rosa Torres Galván, que, como él, trabajaba en la tienda del señor Ishikawa, en nuestra ciudad. A pesar de tener los ojos '.jalados", don Carlos clavó sus pupilas en la simpática Cajera, Mientras ambos atendían a los clientes, solamente el tañido de las campanas de la Iglesia Matriz despertaba al tenaz enamorado, que, seguramente le declaró su impaciente amor diciéndole escuetamente: "Rosita (con una sola "r"),¿tú queres japoné porfiao?" Y Rosita, candorosamente sonrojada, le respondió: "iNo, pero sí! "Las dificultades idiomáticas no fueron obstáculo para el osado joven, pues, el lenguaje del amor es visual, dentilabial y gutural. De este modo, los dos tórtolos formaron una familia feliz con 8 hijos: Carlos, Vidal, Raúl, Guillermo, Luis, Jesús, Carmen y Martha. El que escribe estos renglones tuvo la suerte de compartir las aulas vigilianas con los tres primeros, amigos que siempre me brindaron su cordialidad. Y un dato curioso: Raúl marchó en la escolta del "González Vigil" (1960) portando un pesado fusil Mausser modelo argentino, de la Guardia Republicana, cuando el estandarte era llevado por este servidor. El cariño que don Carlos tenía por la "Esmeralda" era tanto que él, siempre decía que no era japonés ni peruano, sino HUANTINO. La profesora Ercilia Rojas de Guillén nos contó que, en una oportunidad, don Carlos retornaba del exterior, cuando en el Aeropuerto "Jorge Chávez" de Lima se encontró con un amigo, que le preguntó de dónde venía. Él contestó con mucho aplomo: "rengo del extranjero; ahora me voy a Huanta, mi tierra". No era una expresión de dientes para afuera, sino una manifestación desde lo más profundo de su ser. ¡Imagínate, amigo lector: un extranjero enseñándonos a amar la tierra en que vivimos! Don Carlos siempre fue solidario con los huantinos del campo y la ciudad, conocidos o no por él. Recuerdo mucho cuando algún paisano altoandino pedía rebaja al comprar en su tienda, el empleado que lo atendía le encaminaba hacia don Carlos, que, como de costumbre, ordenaba amablemente: "Pachequito, bájare al señor". Y el cliente anónimo salía feliz del establecimiento encendiendo a todo volumen el radio comprado. Hoy queda el nombre de don Carlos Hiraoka grabado con letras indelebles en el corazón del Pueblo de Huanta y en tantísimas obras que dejó a la colectividad, tales como la piscina olímpica del Colegio "Vigil", el "Centro Cívico" (que fuera su residencia, frente al Mercado), así como el local del "Club Social Huanta" en Lima. La autopista Huanta-Luricocha lleva su nombre como un merecido homenaje a su singular calidad humana.
Milton Córdova La Torre
Quienes lo hemos visto crecer, recordamos al muchacho correcto y serio en el cumplimiento de sus responsabilidades. Hijo de don Alejandro Córdova Pando -el caballeroso funcionario de la Caja de Depósitos y Consignaciones y quenista de la última etapa del Conjunto "Amauta" y de doña Lourdes La Torre Tello, dama de palabra dulce, Milton nació en Huanta el 7 de mayo de 1962. Sus primeros estudios los realizó en el Jardín de Infancia 112. Su Secundaria transcurrió en el Colegio "González Vigil", donde integró la Promoción 1978. Como todo joven ávido de superación, marchó a Lima y obtuvo el título de Economista en la Universidad "San Martín de Porres". Al poco tiempo, se asimiló al Ejército como Teniente de Intendencia. permaneciendo 2 años. Su carácter disciplinado le permitió trabajar sin dificultad con los militares. Sin embargo, su anhelo era poner sus conocimientos al servicio de su pueblo. De regreso en Huanta, ejerció la Gerencia de la Microregión Ayacucho. Era la época de la violencia política. En esa función, hizo grandes esfuerzos para que se reabra la carretera Mayocc-Anco-Mejorada, pese a muchos intereses creados que se oponían a la obra. En 1995, Participó en las elecciones municipales fundando el Movimiento Independiente "Paz y Desarrollo". Fue elegido Alcalde Provincial y puso en marcha el relanzamiento de esa comuna que tenía serios problemas financieros. Emprendió diversas obras en la Provincia, tales como la construcción de escuelas comunales, canales de irrigación, postas médicas, el Parque Infantil del morro Tupín, el Parque de la Juventud, el mejoramiento de las calles, el anillo vial con apoyo del ejército y la autopista "Carlos Hiraoka", que une Huanta y Luricocha. Su corta pero fructífera trayectoria lo han convertido en uno de nuestros mejores alcaldes. Su vida puesta al servicio de la colectividad, se vio truncada por un accidente de tránsito, ocurrido el 12 de junio de 2001. El Pueblo de Huanta sintió gran congoja por su partida inesperada, pero queda su ejemplo para nuestros jóvenes. En nuestros días, su hermano menor, Alejandro, viene desarrollando con similar entusiasmo una serie de obras como Alcalde de la Municipalidad Provincial.
Amílcar Gamarra Altamirano
A través de la Resolución de Alcaldía de la Municipalidad Provincial de Huamanga Nº 406-2004, EL Alcalde Dr. Gerardo Francisco LUDEÑA GONZALES, otorgó LAS PALMAS MUNICIPALES Y MEDALLA DE RECONOCIMIENTO, al MAESTRO Amilcar GAMARRA ALTAMIRANO integrante del TRIO AYACUCHO, por contribuir a la reafirmación de la identidad cultural, y por su destacada labor musical en beneficio de la noble y leal Ciudad de Huamanga. Ex integrante del conjunto ALUVIÓN del barrio de 5 esquinas en Huanta, sus primeras notas los valses, boleros y polkas. La suerte estuvo de su lado para conformar el Trío de Ayacucho, agradecer a Feliciano Pino Huayllasco quién significó mucho en su vida artística, tal vez a López Ugarte “Cachquipa” o escuetamente a Carlos Flores (San miguelino), o conjuntamente a los tres, tal vez a su dedo meñique que le diferencia de otros artistas que ejecutan la primera guitarra, para darle el verdadero estilo del TRIO AYACUCHO. Hijo ilustre de la provincia de Huanta, la magia y el encanto musical en su celebrada trayectoria constituye un gran músico, a la que varios años nos entregara verdaderas joyas de la música ayacuchana. La presencia y calidad de Amilcar Gamarra está constituido entre los grandes músicos del folclore nacional. Por la calidad interpretativa Amilcar Gamarra, es acreedor a los mejores premios más distinguidos, por ser creador del estilo propio y genuino de rescatar a través de la música, durante 40 años de vida artística del TRIO AYACUCHO interpreta y lleva la alegría a los pueblos de nuestro Perú actuando en los mejores escenarios de los Departamentos. Amilcar Gamarra es un ejemplo para nuestra juventud, que abraza en diferentes formas y maneras buscando nuestra identidad.

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